viernes, 16 de octubre de 2009

Recuerdos.

Curiosamente hoy hace frío, cinco grados cuando he salido a la calle o precisamente por eso, me he acordado de las terrazas en las calurosas noches de Sevilla. Casi siempre llenas y en algunos sitios incluso, había que esperar a que alguna mesa quedara libre. Como en todos los sitios de calor.

He recordado con nostalgia como noche tras noche se repetía la escena. A una hora concreta aparcaban como podían un coche junto a la terraza donde solía tomar mi último café. Iba conduciendo un señor de unos 50 años, bien arreglado y a su lado un joven de unos 16 ó 17, de buena planta, serio pero a la vez con cara simpática, con aspecto de ser un buen estudiante y muy correctamente vestido con ropa juvenil.

Los dos se dirigían a la parte trasera de la pequeña furgoneta blanca, abrían la puerta y se ayudaban para bajar a la acera una batería musical con sus tambores platillos etc. luego el padre volvía y entre las manos llevaba una trompeta.

A los pocos segundos el padre, supongo que lo es del muchacho, estaba ya tocando una balada y el hijo acompañándole con la batería. No eran ningunos virtuosos pero lo hacían con dignidad. Repetían con otra canción y el padre pasaba por todas las meses saludando y lógicamente esperando la generosidad de los sevillanos; mientras el hijo, hacía un solo de batería. Terminaban recogían sus instrumentos y supongo que iban en busca de otra terraza a seguir su peregrinar nocturno.

Estoy seguro que llevaban años haciéndolo noche tras noche en los meses calurosos.

Muchas veces me quedaba observando al muchacho y siempre llegaba a la conclusión qué este trabajo nocturno le marcaría de por vida. Jamás podría olvidar aquellas noches de verano sevillanas y estoy seguro que cuando los tuviera, les contaría a sus hijos con enorme orgullo las mil y una anécdotas vividas acompañando a su padre con la batería.

Como dije antes tenía aspecto de estar estudiando, tampoco importa si ahora está trabajando de fontanero (el grado de dignidad es el mismo) pero seguro que siempre recordará aquel su primer trabajo ayudando a su padre y de cómo le forjó su carácter ya que tan jovencillo, pasar las noches de esta manera tan digna pero dura, al tiempo que especial, le habrá dejado huella para siempre.

Los dos últimos años de mi estancia en Sevilla, no le volví a ver, pero no creo que deje de recordarle, tampoco me gustaría hacerlo.

1 comentarios:

Pasión dice...

Fernando, me temo que esta historia las veremos por Sevilla de nuevo, es bonita, pero muy dura, a esa edad un joven lo que tiene que hacer es estudiar y acostarse temprano.

Hace muchos años que no se veían a las gitanas ofreciéndote un ramito de jazmín y tú le dabas la "voluntad" por las terrazas sevillanas, han vuelto de nuevo, hay crisis y de las grandes.

No te diré qué suerte tienes por los 5º de temperatura, no me gusta el frío ni la calor en extremos. En Sevilla estamos como si fuera primavera, me encanta el otoño en esta ciudad, es ideal.

Saludos